El Relato de los Tres Reinos
Fendro se sentó junto al fuego.
El frío de la noche presionaba contra el círculo de luz, y las chispas flotaban como diminutas estrellas, desvaneciéndose en la oscuridad.
Los reunidos se inclinaron hacia él. Algunos, cansados del camino. Otros, inquietos por rumores de disturbios que viajaban desde tierras lejanas.
Le preguntaron por las palabras antiguas, las verdades transmitidas desde el Reino de la Luz.
Fendro escuchó, asintió lentamente, y luego habló, firme como las mismas llamas.
“Existen tres reinos, y toda alma debe conocerlos.
Pues aunque nuestros ojos solo ven este lugar de tierra y piedra, vivimos en medio de algo mucho más grande.
La lucha de nuestro día no es nueva: es la antigua tensión de los Tres Reinos.”
Levantó una rama del fuego, su punta brillaba al rojo vivo, y trazó tres líneas en la tierra ante él.
“Encima de nosotros está el Reino de la Luz: eterno, radiante, sin sombra.
Allí gobierna el Altísimo, el trono de sabiduría y fuerza.
De allí vienen los Luminarios, los Ayudantes: ministros de consejo y guardianes de los humildes.
Rápida es su espada, pero más afilada aún es su palabra.
Porque llevan la verdad como arma, y la sabiduría como escudo.
Nunca están lejos, aunque invisibles.
A los que tropiezan, a los que claman por ayuda, ellos acuden.
No para caminar en lugar del hombre, sino para guiar, para fortalecer, para guardar sus pasos.
Debemos andar nuestro propio camino, pero no caminamos solos.”
“Debajo de nosotros yace el Reino de Sombras.
Allí habitan los amargados: los Doblemente Muertos.
Vacíos, sin corazón.
Antes fueron de la Luz, ahora están vacíos de ella.
El engaño es su lengua; la malicia, su oficio.
No llevan espada, y sin embargo, su arma es más filosa.
Atraviesa la mente y el corazón.
Dobla la verdad… hasta romperla.
Pues conocen la debilidad del hombre.
Y golpean con tres cadenas: el orgullo sin fin, el hambre de los ojos y el deseo de la carne.
Con estas atan a los descuidados, arrastrándolos más hondo en la sombra, hasta que incluso su risa se convierte en ceniza.”
“Y aquí está el Reino Intermedio.
Este es nuestro morada, el reino del hombre y de la bestia.
Pero no lo pienses como hogar.
No es el final, sino el paso.
Somos peregrinos aquí, viajeros en un camino de muchos desvíos.
Cada senda que elegimos, cada voz que seguimos, nos lleva ya sea hacia la Luz o hacia la Sombra.
El Reino Intermedio es donde resuena la batalla de las voces.
Encima de nosotros, los Luminarios susurran consejo, firme y claro.
Debajo de nosotros, los Doblemente Muertos se agitan con veneno, torciendo cada pensamiento.
Y nosotros debemos discernir y escoger.
Elige bien, viajero cansado, porque el sendero avanza hacia una morada eterna.”
“Este mundo es el fuego, y nosotros somos el oro.
Cada prueba, cada cruce del camino, es calor que nos refina.
No desprecies el fuego; él prueba el valor del oro.
Busca la Luz, sigue su consejo, y las cadenas de la Sombra no podrán retenerte.
Los Ayudantes están cerca, pero el paso debe ser tuyo.
Sé diligente.
Porque el sendero del engañador es ancho y rápido, pero solo lleva a la ruina.
El camino angosto es más difícil, pero brilla con promesa.
Porque lleva hacia arriba, al Reino de la Luz eterno.”
Fendro apoyó la rama a un lado, su brasa se apagaba lentamente.
Su voz se suavizó:
“Este es el Relato de los Tres Reinos.
Recuérdalo bien.
Pues al saber dónde estás, mejor sabrás cómo andar.”